viernes, 10 de agosto de 2007

En medio de los "patroncitos"

El Martes que recién pasó, me tocó ver uno de los episiodios más tristes e impactantes de mi vida. Mientras se dirigía a tomar desayuno, uno de los usuarios del albergue para personas en situación de calle, falleció de un fulminante infarto, desplomándose a la salida del recital en el cual había dormido la noche anterior.

La muerte se entiende como un proceso natural, donde la naturaleza determina el cese de las funciones vitales, ya sea de modo abrupto o repentino, o bien como resultado de un proceso agotador y desgastante, como sucede en el caso de las enfermedades. No obstante, independiente de las causas o del cómo se generó esta muerte, su ocurrencia me deja dando vueltas una frase que siempre se acuña en los velorios o funerales, que tiene mucho de sentido común, pero que no deja de tener sentido hoy: "No somos nada"

Cuando uno proyecta su vida al futuro, imagina nuevos desafíos, mejores condiciones, panoramas ideales y un sinfín de elementos que se mezclan de manera idílica. Sin embargo, los que se ven enfrentados a la precariedad de la calle, sólo deben intentar llegar al día siguiente, o ni siquiera: Deben tratar, en sus reducidos medios, vivir el día o -mejor dicho- sobrevivir.

La muerte de Don José me llena de tristeza no sólo por ser una vida que se acaba, sino porque en sí misma, encierra un dilema que rodea lo humano y lo inhumano de las condiciones sociales que experimentamos en nuestra sociedad y en nuestro país. El impacto para sus compañeros de alojamiento se redujo a ver qué pasaba, porque el "tatita" no reaccionaba a las maniobras de reanimación que infructuosamente el Paramédico llevó a cabo. Su muerte fue un hecho más de ese día, un episodio más dentro de la supervivencia diaria. Por lo mismo, cabe preguntarse: ¿Cuántos más mueren igual? ¿Quien los auxilia? ¿Qué pasa por sus cabezas en esos momentos?

Lo que si puedo decir, es que por mi cabeza ronda la convicción permanente que debemos seguir trabajando para que no existan más personas en la calle, y que mejoremos sus condiciones de vida y su dignidad, de modo que sigan aspirando a un futuro consolidado y no construir su existencia en base a la incertidumbre.

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